Ninguno tenía dueño. Nadie los había reclamado nunca. Ya hacía tiempo habían dejado de ser cachorros, así que la única realidad que conocían era estar en la calle, sin rumbo fijo y guiados sólo por el instinto de supervivencia.
Ambos tenían un pasado triste marcado por la soledad y las traumáticas experiencias de todo animal callejero, pero desde el instante en que coincidieron a orillas del mar, sus vidas cambiaron por completo. Ahora ya eran un dúo, y de a dos todo se vuelve más fácil…
Al acompañarse mutuamente ya tenían motivos para vivir con más tranquilidad y hasta eran más felices. Juntos hacían travesuras (se cuenta por la zona que arruinaron el picnic de más de un turista por robar paquetes de galletitas o al marcar territorio sobre algún que otro bolso), se defendían de los ataques de otros perros y se ayudaban cuando alguno estaba en problemas. Pin y Pon habían formado un vínculo de amistad tan fuerte que era emocionante verlos compartir la comida y dormir uno junto al otro para darse calor en las heladas noches de invierno.
Si bien no tenían un domicilio fijo, sí frecuentaban una determinada zona. Por eso los vecinos comenzaron a ver con cariño a estos dos aventureros que, pese a no tener dueños y estar expuestos a un sinfín de inconvenientes, siempre se mostraban alegres, parecían educados y sólo buscaban un poco de afecto por parte de los lugareños sorprendiéndolos con trucos y piruetas.
Según dicen quienes los conocen, Pin y Pon lograron ganarse la simpatía de un empresario del sector gastronómico con unos graciosos pases de baile. Tanta ternura despertó en el hombre la “coreografía” improvisada de estos artistas de cuatro patas que aceptó darles refugio y alimentarlos hasta el momento de entregarlos en adopción. El final de esta historia no podemos adelantarlo porque desconocemos cuándo y cómo sucederá: lo único que sabemos es que vos podés convertirte en protagonista adoptando a Pin y a Pon para darles más que un final, una vida feliz.
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Que linda historia :) !!! Pin y Pon :)
ResponderEliminarSaludos, Fernando.
Simpática y dulce historia
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